Un prototipo de vacuna contra la malaria imita la picadura de más de mil mosquitos
Una prueba preliminar de una vacuna muestra una
tasa de eficacia del 90% frente a la malaria, una enfermedad que mata a
alrededor de un millón de personas al año.
Los Plasmodium, causantes de la malaria, son un grupo de
parásitos que viven a costa de la sangre humana, devorando los glóbulos
rojos que transportan el oxígeno indispensable para la vida. Asociados a
los mosquitos Anopheles, que los sacan a picotazos de un
cuerpo, los trasportan y los meten a picotazos en otro, infectan todos
los años a unos 220 millones de personas y acaban con la vida de cerca
de un millón, la gran mayoría niños y pobres.
Desde hace tiempo, se busca una vacuna que sea capaz de detener a los
parásitos cuando acaban de llegar al cuerpo y aún se encuentran en una
especie de fase durmiente en el hígado, multiplicándose antes de lanzar
el ataque definitivo a los glóbulos rojos. Sin embargo, hasta ahora los
éxitos han sido limitados. La vacuna que mejor ha funcionado, la RTS,S
que lleva más de diez años poniendo a prueba el equipo del científico
español Pedro Alonso, solo ha logrado proteger al 31% de los bebés que la recibieron y al 56% de los niños más mayores.
Ahora, un equipo de investigadores ha probado un nuevo método de
ataque que puede ser más eficaz contra el parásito. Desde los años 70,
se sabía que un método eficaz de protección frente a la malaria era la
propia picadura de los mosquitos. Algunos experimentos habían mostrado
que más del 90% de los participantes en estudios resultaban inmunizados
cuando eran picados por más de 1.000 Anopheles irradiados para
que los parásitos que portaban estuviesen debilitados. Sin embargo, el
método no era muy práctico para lanzar una campaña de vacunación. Desde
2002, el investigador Stephen Hoffman ha trabajado para intentar imitar
el efecto de esos picotazos, e insertar en humanos los parásitos en la
fase de esporozoíto, el momento en el que están listos para infectar a
nuevas víctimas.
En algunos de los primeros experimentos, en los que los científicos
diseccionaron las glándulas salivares de los mosquitos para extraer los
esporozoítos y debilitarlos, no se alcanzó la inmunización deseada.
Tiempo después, con la ayuda de Robert Seder, de los Institutos
Nacionales de Salud de EEUU (NIH), el equipo de Hoffman se planteó que
posiblemente la clave se encontraba en la forma de aplicar la vacuna.
Hasta ese momento, se había probado la vía intradérmica o la
intramuscular, más frecuentes para este tipo de vacunas. Sin embargo,
después de probar la mayor eficacia de la vía intravenosa en animales,
se lanzó un primer ensayo en humanos cuyos resultados se publican hoy en
la revista Science.
La inmunización más eficaz hasta ahora provenía de la picadura de cientos de mosquitos con el parásito debilitado
En el ensayo clínico, el equipo de Seder inyectó la vacuna con los
parásitos debilitados a 50 personas por vía intravenosa. Algunos de los
voluntarios recibieron cuatro dosis de la vacuna experimental y otros
recibieron cinco. Tan solo un tercio del primer grupo contrajo la
malaria y ninguno de los del segundo. Según explican los autores en su
artículo, este nivel de eficacia en la inmunización solo se había
alcanzado a través del poco práctico método de la inmunización a través
de la picadura de cientos de mosquitos portadores de parásitos
irradiados.
Comprobar si la protección dura
Este estudio de fase I supone aún una etapa muy temprana en el
desarrollo de una vacuna, pero los resultados son prometedores, como ha
reconocido a Science el director del Instituto para la Salud
Global de Barcelona, Pedro Alonso, responsable de poner a prueba la
vacuna RTS,S, la más avanzada hasta ahora frente a la enfermedad.
“Ahora, serán necesarios más estudios para determinar cuánto tiempo dura
la protección proporcionada por este método y si será eficaz frente a
otras cepas de Plasmodium distintas de las probadas en este ensayo”, explica a Materia Robert Seder.
Además, también tendrán que comprobar si la administración
intravenosa de la inmunización se puede proporcionar de una manera
masiva en las regiones afectadas por la malaria. “También queremos
entender qué hace funcionar la vacuna y para eso vamos a seguir haciendo
pruebas, tanto en gente de EEUU, por ejemplo, que no ha estado expuesta
al parásito nunca como en gente de países africanos que sí”, añade
Seder.
“Los resultados de la vacuna son muy interesantes, pero hay que tener
en cuenta que es una prueba de concepto, una fase muy preliminar”,
puntualiza Matiana González, del Centro de Investigación en Salud
Internacional de Barcelona (CRESIB), desde el que se está probando la
vacuna RTS,S. Esta vacuna se empezó a probar en los años 80 y puede
acabar su fase de ensayos en 2014, con lo que la nueva podría tener
décadas de desarrollo por delante.
“Aunque esperemos que todo sea tan rápido como sea posible”, afirma
González. Otro de los aspectos que puede limitar a la nueva vacuna es la
aplicación intravenosa, que no se utiliza para vacunación. “En salud
pública las cuestiones prácticas pesan mucho y la vía intravenosa puede
ser complicada para una vacunación general”, señala González. En
cualquier caso, la vacuna, teniendo en cuenta su efectividad y su
relativa sencillez a la hora de aplicarla, puede formar parte de una
estrategia más amplia en las campañas de erradicación de la malaria que ya se están diseñando.
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