Guerra de hormigas invasoras en el sur de los Estados Unidos
En el sur de los Estados Unidos está teniendo lugar una batalla por dominar los ecosistemas.
Los dos bandos que se enfrentan son dos especies de hormigas invasoras,
ambas provenientes de Sudamérica. Se trata de las hormigas rojas de fuego (Solenopsis invicta) y de las hormigas locas (Paratrechina fulva). Y las consecuencias a nivel ecológico pueden ser muy importantes.
Los estados sureños de Estados Unidos, y especialmente Tejas, tienen
una larga historia de invasiones por parte de especies de hormigas. En
la década de 1890 llegó hasta esta zona la hormiga argentina (Linepithema humile), que desplazó en gran medida a las especies naturales de la zona. En torno a 1918 se comenzaron a ver colonias de la hormiga negra de fuego (Solenopsis richteri), que se hicieron dominantes hasta que fueron desplazadas por la hormiga roja de fuego (S. invicta).
Para cualquier persona que no sea un especialista, la sustitución de
una especie de hormiga por otra puede parecer poco importante. Sin
embargo a nivel ecológico tiene unas implicaciones muy importantes.
No todas las hormigas se alimentan de los mismos recursos, ni se
comportan igual. Y tampoco sirven como presa de los mismos animales.
Actualmente, los ecosistemas de Tejas están perfectamente adaptados a
la presencia de la hormiga roja de fuego. Se trata de una especie
relativamente grande, y su tamaño hace que constituya una fuente de
alimento importante para arañas, aves y mamíferos de la zona. A pesar de
su nombre común – se la llama “de fuego” porque su mordedura resulta muy dolorosa
– no es una especie agresiva ni para el ser humano ni para otros
insectos y animales. Es muy raro encontrarla en viviendas más allá del
jardín, y su control como plaga es sencillo.
Ahí es donde radica el problema con la nueva invasora, la hormiga loca. A diferencia de la de fuego, la hormiga loca sí es agresiva.
Al tratarse de una especie omnívora, se alimenta tanto de restos
vegetales como cazando. Y por ello ha conseguido desplazar, e incluso
extinguir de manera local, a ciertas especies de insectos.
También se trata de una plaga difícil y cara de controlar. Las
hormigas locas tienen por costumbre ampliar su rango, por lo que entran
habitualmente en viviendas. Dado su número y su tamaño, la única
solución es contratar a un exterminador para
erradicarlas. El problema es que al cabo de poco tiempo, vuelven a
aparecer y de nuevo hay que contratar a un especialista en plagas.
Hay otro factor que hace de su invasión aún más complicada. Se conoce
como “efecto fundador”, y tiene que ver con cuestiones genéticas y de
comportamiento. En su hábitat natural, las distintas colonias de
hormigas locas luchan entre ellas para dominar un territorio. Y para
reconocer a sus hermanas utilizan el olor y otras señales químicas que
vienen marcadas por el ADN.
El problema es que la diversidad genética en el ecosistema invadido
es muy baja. La cantidad de hormigas que llegaron fue muy pequeña, así
que todas las que hay están relacionadas genéticamente. Así que cuando
dos individuos de distintas colonias se encuentran, no se reconocen como
enemigas y no se enfrentan. De hecho es al contrario: pasan a colaborar
entre ellas. Esto hace que su éxito como invasora sea aún mayor.
Sin embargo, no todo son malas noticias. Los individuos reproductores
de estas hormigas no tienen alas, de tal manera que no pueden ampliar
demasiado su rango de manera natural. De hecho, sin intervención humana,
sólo avanzan 200 metros cada año. Y también son muy susceptibles al frío y la sequía.
Así que con un poco de esfuerzo por parte de los humanos para no
dispersarlas, y esperando a que lleguen años con climatología
complicada, esta invasión podría desaparecer.
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